La Fortaleza

 La Fortaleza



Ubicada en plena loma de Colón y oculta por edificios, resume casi 130 años de historia. La “cochera del chalet Zamboni” o “La Fortaleza” es un pequeño y desconocido castillo. Perteneció a un próspero empresario, a un millonario noruego y al creador de la revista “El Tony”.

por Gustavo Visciarelli



Su nombre oficial es “La cochera del chalet Zamboni”, pero una vieja crónica nos recuerda que antiguamente fue llamada “La Fortaleza”. Próxima a cumplir 130 años, es una de las joyas patrimoniales más antiguas y desconocidas de Mar del Plata. Ello se debe en parte a su condición de propiedad privada y en parte a que el crecimiento edilicio de la zona se encargó de ocultarla.

Está en el corazón de la manzana delimitada por Colón, Alvear, Viamonte y Brown, en plena loma, frente a Villa Ortiz Basualdo (Museo Municipal Castagnino) y en la entrada de su parque, sobre avenida Colón 1152, hay una discreta placa acreditando que el edificio fue declarado de interés patrimonial en 1995.

“Villa Margarita”

¿De dónde proviene su nombre? Hacia 1891, en la esquina de Colón y Alvear fue levantado un chalet que se llamó Villa Margarita.

Derribado hace siete décadas, lo sucedió el actual hotel Imperio.

El arquitecto de Villa Margarita fue un parmesano de apellido francés recordado indistintamente como Roland o Raúl Levacher, Le Vacher o Lavacher, quien dejó su huella en Buenos Aires. Por ejemplo, en 1889 fue coautor del edificio porteño donde hoy funcionan las Galerías Pacífico.

En “Reseña histórica de Mar del Plata” (1964), Roberto Barili rescató una crónica periodística de 1898 donde consta que el chalet fue construido por Lavacher a requerimiento de “Don Pablo” Zamboni. Así se llamaba uno de los hijos de Silvestre Zamboni, un herrero italiano que había montado en Buenos Aires una de las fundiciones más prósperas y renombradas de su época.

El primer chalet de la loma

“Villa Margarita” fue una construcción fundacional en la desértica loma. De hecho, el cronista invocado por Barili elogia su arquitectura pero reprocha el “alejamiento, un poco excesivo, sobre todo con la escasez de buenos caminos”.

El chalet estaba en el vértice noreste de un terreno que ocupaba un cuarto de manzana y en el ángulo opuesto del predio fue levantada una curiosa construcción destinada al personal de servicio, carruajes y caballos. El sitio Patrimonio Arquitectónico Marplatense destaca “sus dos niveles con terraza” y su apariencia exterior “de pequeño castillo, con muros de piedra trabajados en aparejo irregular” y “dos torres cilíndricas que están rematadas igual que las terrazas, con almenas”.

El enigmático “Mr. Taylor”

Curiosamente, el chalet y las cocheras no guardaban ninguna armonía estilística. Ello sustenta la sospecha de que Zamboni podría haber comprado el terreno donde ya se hallaba el pequeño castillo y luego hizo levantar Villa Margarita.

El autor de la antigua crónica alimenta esa teoría con sarcasmo al indicar que “las caballerizas almenadas” se han edificado en la esquina trasera para “luchar contra los indios y el buen gusto”, pero inmediatamente desvincula a Zamboni y al arquitecto Lavacher y responsabiliza al “primer dueño”, un enigmático “Mr. Taylor, ingeniero del ferrocarril”.

Una rifa y un millonario


En 1898, año de esa crónica, Zamboni explotaba junto a sus dos hermanos los talleres fundados por su padre, donde ya construían motores y maquinarias de tecnología avanzada. También está acreditado, sin que conozcamos las causas, que “Don Pablo” intentaba desprenderse de Villa Margarita con tantas ansias… que intentó rifarla.

“Villa Margarita”, fines del siglo XIX. A la derecha vemos la torre de su cochera.
Para darle marco legal a la exótica operación lúdico-inmobiliaria, obtuvo de la Municipalidad un “decreto-autorización” que contenía las bases y condiciones, pero cinco meses después desistió de la rifa, al no haberse vendido la cantidad de billetes prefijada reglamentariamente.

“Don Pablo” finalmente consiguió enajenarse del chalet. Su nuevo propietario fue el inmigrante noruego Peter o Pedro Chirsthophersen, en cuya frondosa biografía hallamos que era terrateniente, multiempresario, diplomático y mecenas.

El millonario noruego murió en 1930, a los 85 años, y su antiguo paraíso veraniego fue loteado y vendido. El chalet antiguamente conocido como Villa Margarita cayó bajo la piqueta y en su lugar funciona desde principios de la década del ’40 el hotel Imperio.

El “pequeño castillo” sobrevivió gracias al único recurso de preservación patrimonial que Mar del Plata tuvo durante décadas: la suerte.

Historia e historietas

Ramón Columba -propietario de la editorial que publicaba la exitosa revista de historietas El Tony- compró la antigua caballeriza, que tenía sólo una torre, para convertirla en su vivienda de veraneo. Las obras de acondicionamiento y ampliación, que incluyeron la construcción de la segunda torre que luce actualmente, se realizaron a partir de 1945, respetando el estilo original del edificio.

Columba, quien falleció en 1959, también compró otros dos lotes de aquel cuarto de manzana y levantó para sus hijos sendos chalets que aún pueden observarse sobre la calle Alvear.

Hacia fines de la década del ’50 el “castillo” fue adquirido por un comerciante local que lo mantuvo a contramano de las tentaciones del mercado. La Ley de Propiedad Horizontal (1950) y una desenfrenada máquina inmobiliaria empezaban a poblar la ciudad de moles edilicias.

La descendencia de aquel comerciante mantuvo la construcción como vivienda permanente. A principios de la década del ’70 se lo alquiló al Instituto Argentino Modelo, que allí inició sus actividades, pero luego volvió a alojarse en el pequeño castillo, situación que se mantiene hasta la actualidad.

Aquel anónimo cronista de 1889 lo calificó con cierto desdén como “una de las construcciones más curiosas de Mar del Plata” e indicó que era “conocida por los habitantes de este lugar con el nombre de La Fortaleza”. Cierta premonición hubo en su texto. Sitiada por edificios que la ocultan de los curiosos y que incluso invadieron lo que fue su extenso parque, “La Fortaleza” logró resistir los embates del tiempo y de la piqueta.