La travesía del “barco fantasma”
El Marcelina de Ciriza cortó amarras en el Puerto de Mar del Plata en medio de un temporal y navegó 15 kilómetros sin tripulación hasta que finalmente encalló a pocos metros de la costa frente a la rotonda de Constitución.
La cola de un huracán azotaba a Mar del Plata y dejaba cuatro personas muertas, medio centenar de heridos y decenas de casas sin techo. En la madrugada del 20 de junio de 1991, la intensa lluvia y los fuertes vientos cortaron las amarras de un barco que estaba asentado en el puerto de la ciudad para darle su última travesía: el Marcelina de Ciriza navegó 15 kilómetros sin tripulación y terminó encallando frente a una de las playas de Constitución.
Un fuerte temporal daba lugar a una de las tantas historias de aventura que encierra el Puerto de Mar del Plata. El Marcelina de Ciriza, un congelador que llevaba más de una década abandonado en la terminal marítima, cortó amarras y navegó sin tripulación desde la escollera norte hasta la rotonda de Constitución, donde finalmente encalló.
La historia cuenta que el sereno del barco alcanzó a saltar al espigón, pero uno de sus perros quedó a bordo de la embarcación y fue rescatado una vez que detuvo su marcha.
El barco fantasma, de casi 90 metros de eslora, había sido construido en Bilbao, España. Sus primeras travesías las cursó por las aguas europeas, hasta que finalmente navegó por estas latitudes. Con capacidad para 40 tripulantes, formaba parte de Sasetru, el conglomerado industrial y financiero más grande que supo tener la Argentina, y era utilizado para procesar la pesca a bordo. Pero en 1980 sufrió un incendio que destruyó gran parte del casco y la empresa, en quiebra, lo dejó amarrado en el Puerto local. El barco no volvió a navegar, al menos con su tripulación. Con el paso de los años lo fueron desmantelando y para entonces, ya llevaba 11 años en completo estado de abandono.
Movido por la fuerza del temporal y los vientos huracanados, el barco soltó sus amarras y empezó a navegar sin timón, máquinas ni tripulación. El gigante atravesó la desembocadura entre la escollera norte y sur y salió al mar eludiendo las rocas. Enfrentó olas de casi diez metros de altura y navegó 15 kilómetros hasta que finalmente encalló a menos de 100 metros de la costa, frente a la rotonda de Constitución.
El misterio en torno a su última travesía alimentó cualquier tipo de mitos urbanos. Lo cierto es que se convirtió en una postal turística de la ciudad que atrapó a miles de marplatenses y turistas que se acercaban a las playas de la zona norte para sacarse una foto.
En algún momento se impulsaron proyectos para transformarlo en una confitería, boliche o hasta casino flotante, pero lo cierto es que las autoridades nunca se propusieron removerlo por los altos costos de las maniobras. Con el correr de los años, la nave se transformó en un amasijo de hierros retorcidos mientras se fue recostando debajo del mar. Desde la costa aún hoy puede verse una parte del buque cuando la marea baja.