Villa Santa Paula

 

Villa Santa Paula



En Mar del Plata pueden hallarse grandes y hermosas residencias construidas a principios del siglo pasado. Muchas fueron testigos de miles de importantes y curiosas historias, y Villa Santa Paula no es la excepción, siendo el amor la base de su edificación.



Las familias de Dardo Rocha y Juana Paula Arana Merino vivieron siempre en la casa de Lavalle 835 de la ciudad de Buenos Aires. Así, los primos hermanos se criaron, crecieron juntos y se enamoraron. Sin embargo, en esa época no estaba bien visto casarse entre parientes de sangre porque la Iglesia no lo permitía. Por esa razón, Dardo tuvo que pedir permiso eclesiástico. Logró obtenerlo y el 23 de agosto de 1873 se casó con Paula.

Para 1881, Rocha fue elegido Gobernador de la provincia de Buenos Aires. Dos años más tarde, en enero de 1883, viajó junto a su esposa a Mar del Plata. Allí, quedó maravillado con la localidad. Hay rumores que afirman que, al ver la belleza de la ciudad, se arrepintió de haber hecho capital provincial a La Plata.

Años más tarde, el matrimonio viajó a Francia. Allí, mientras la pareja paseaba por los campos de los alrededores de París, Paula se deslumbró con un chalet que semejaba un castillo de estilo pintoresquista.

Un tiempo después, Dardo Rocha compró un lote en Mar del Plata. Y en el invierno de 1909, sin que nadie de su familia lo supiera, contrató a Pedro Benoit -ingeniero, arquitecto, urbanista y director del equipo técnico que trazó los planos de la ciudad de La Plata- para que construyera un chalet igual al que habían avistado en Francia.

De ese modo, en la temporada de verano de 1910, veintisiete años más tarde de su primera visita a Mar del Plata, Dardo Rocha y su mujer regresaron. Tras salir de la estación, Rocha llevó a su esposa hasta un flamante chalet situado en Garay y Lamadrid, con el pretexto de que estaba en alquiler y de que lo iban a rentar para la temporada veraniega.

Recorrieron la mansión hasta que la admiración de Paula por características del inmueble se transformó en sorpresa y emoción al advertir que el monograma familiar se repetía en la ropa de cama y las toallas. 

En ese momento, el exgobernador le confesó que la casa era un regalo para ella, para estar juntos en la ciudad que los había deslumbrado tantos años atrás.

Con los años, la residencia fue denotando algunos signos de deterioro. Los herederos de Rocha no fueron los suficientemente precavidos y parece ser que estuvo abandonada durante décadas. 

Se la llegó a llamar “La Casa de la Bruja” porque estaba llena de gatos y murciélagos. Hoy, ya renovada, es la única casa de Dardo Rocha que queda en pie.


La arquitectura de la villa

Esta casa siempre ha llamado la atención, no sólo por ser única en su tipo arquitectónico, sino por los valores simbólicos e históricos que posee.

El chalet está conformado por cuatro niveles: un subsuelo, que aloja los servicios; una planta principal, con la llamada recepción; una planta de dormitorios; el privado y un ático o entretecho.

Localizada en una esquina, se caracteriza por su acentuada verticalidad: dos volúmenes de dos niveles son interceptados por un tercero cilíndrico a modo de torre. 

Este tipo de resolución se asocia con el lenguaje Manoir Francés o estilo de los castillos señoriales localizados en el valle del río Loire en Francia.

Sus amplios parques en la esquina de Lamadrid y Garay habían sido ofrecidos para un proyecto de desarrollo de edificios de departamentos con la condición de preservar intacta la vivienda original.

Donde se proyectaban esas construcciones de varios pisos de altura lucen ahora Ficus y Botánico, con espacios bien abiertos, intervenciones artísticas sobre mobiliario muy relacionado con la naturaleza y una vista que deja lucir la histórica construcción, actual sede de oficinas de una empresa de tecnología.

Gonzalo Moreno es uno de los socios que jugó esta apuesta grande y distinta que son Avelina, Ficus y Botánico. “Apuntamos a lugares declarados patrimonio para evitar que les den otro destino que los ponga en riesgo y, sin invadir su interior, aprovechar sus espacios verdes para desde ese lugar disfrutar el entorno y que la gente conozca mejor esas casas con historia, mientras disfruta una experiencia gastronómica y con estilo”.